Honores para la Virgen Guapa. La virgen

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El gozo que miles de blancos sintieron la noche del pasado Viernes Santo al ver a la Virgen de la Amargura por la carrera principal tuvo su continuación en la tarde noche de ayer en la Salve que el Muy Ilustre Cabildo de Nuestra Señora la Virgen de la Amargura celebró en la Capilla del Rosario. Lo hizo ante decenas de cofrades que no quisieron faltar a la última de las citas religiosas de esta Semana Santa, con la que se cierra el periplo cofrade.

A las 20.30 horas dio comienzo el oficio religioso con el que los blancos rindieron tributo a la Virgen Guapa que presidió la ceremonia desde su trono y aún engalanada con el manto realizado entre los años 1915 y 1925 bajo la dirección inicial de Emilio Felices aunque fue José Cánovas quien lo concluyó. La pasión blanca que en los últimos días ha impregnado las calles de la ciudad volvió a hacer acto de presencia recordando a todos los allí presentes que ya sólo queda un año para que de nuevo la imagen vuelva a procesional.

Tras el rezo del Rosario y la eucaristía, los mayordomos de la cofradía y las integrantes del Coro de Damas se situaron frente a la imagen titular. Con la emoción contenida, frente al rostro de la Virgen, algunos no pudieron evitar que sus ojos se humedecieran, otros aprovecharon para realizar una nueva plegaria para los 365 días que aún restan hasta el próximo Viernes Santos, y los que más mostraron su agradecimiento en forma de oración por los logros obtenidos en los Desfiles, por el buen hacer de cada procesión, por el coraje de los costaleros, por la valentía de los jinetes y los aurigas.

Fue en el momento de la Salve cuando las almas palpitaron, las estrofas se remarcaron y el canto a la Virgen sonó de manera unísona, especial. En el recuerdo quedan los días de trabajo a contrarreloj, todo por ella; las madrugadas en vela en la nave o la iglesia, también por ella; las carreras y los vítores, por supuesto por ella.

La culminación de la Salve a la Virgen de la Amargura llegó con la lluvia de pétalos de flores que fue cayendo ininterrumpidamente desde lo más alto del templo sobre el trono de la Amargura como colofón de la devoción del pueblo blanco. Los aplausos y los vivas interrumpieron entonces en un deseo colectivo de que el acto y la noche no llegaran a su fin, de que la rutina del día a día no se impusiera a los momentos vividos en los últimos días.

Fuente: La Verdad